Cañazo, el destilado de estación.

El húmedo y cada vez más frío invierno limeño nos invita, como ya es costumbre,  a hibernar, abrigarnos y a buscar en algún aguardiente ese calor que percibimos más distante que nunca en esta época del año, el cómplice perfecto para este ardid (*) es, sin lugar a dudas, nuestro marginado cañazo, bebida que se consume desde tiempos de la colonia en nuestro país y cuya mala reputación (**) defenderemos vaso en mano con algunos datos que son 100% verificables involucrándome así, también al 100%, a la romántica iniciativa que busca darle un giro de 180 grados a la castigada imagen que se tiene de nuestro cañazo.

  • El cañazo es un destilado al igual que el whisky, ron, brandy, tequila, pisco, vodka, entre otros, diferenciándose entre ellos por:

– La materia prima utilizada (cereales, frutas, semillas, etc.)

– Si se añejan en barricas de roble, reposan o ninguna de las anteriores.

  • Todos los destilados son aguardientes y se llaman así por su alta graduación alcohólica, por lo que sumando a los antes mencionados, el cogñac, gin, bourbon, grappa y cachaza son también aguardientes.

También conocido  como yonque,  shacta, huarapo  o simplemente aguardiente de caña, merece en este blog la misma (o mayor por la estación) atención que cualquier otro aguardiente sobre los que he tenido oportunidad de escribir, les aseguro de que no hay destilado alguno que sirva mejor a nuestro abrigador propósito que nuestro versátil invitado, el cual puede disfrutarlo puro, en macerados, en cócteles fríos o calientes e inclusive con fines medicinales.

Dejemos los prejuicios a un lado, súmese a la campaña “salvemos el cañazo”, prometo una próxima entrega a la brevedad mas por ahora me despido con la satisfacción del “beber”cumplido.

(*) Malas noticias, el alcohol nos puede dar la sensación de calor más en realidad causa el efecto contrario, a tomarlo siempre en cuenta.

(**) Su mala reputación se debe a que es elaborado en su mayor proporción por una industria informal, sin regulación ni control lo cual favorece la adulteración de este producto.

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El origen.

Claro está que no se trata de un nuevo cóctel ni destilado, tal vez sí una reflexión a raíz del ya lejano caso del envío de frambuesas de origen chino a Chile para reetiquetarlas y exportarlas como “producto chileno” a Canadá …. para no confundirlos más, ¿qué pasaría si nuestros destilados fueran enviados al extranjero para que sean reetiquetados como propios y devueltos a nuestro país?, ¿cuál sería el objetivo de tamaño absurdo?, pues no el de hacer pasar un producto de mala calidad por uno superior como en el caso antes mencionado, sino el de aumentar así, con este solo hecho, las chances de aceptación del que en su origen fue producto peruano.

Se llegará a dar el caso que, dada la marcada preferencia local por lo importado, el soberbio ron que se produce en el norte de nuestro país, se exporte a algún país caribeño (mientras más exótico mejor) para que una etiqueta pegada al ritmo de un reggae o calipso nos traslade, una vez consumada la farsa, a un paisaje de playas, palmeras y diversión; o que nuestros productores locales de gin terminen por reetiquetar sus productos bajo un cielo tan gris como el limeño respetando eso sí, la tradición del “five o´clock tea”; o que nuestros productores de vodka envíen sus destilados a Europa del Este (siempre con pasaje de ida y vuelta) a un viaje más largo y frío aún, pagando caro así, la osadía de hacer vodka con papas nativas.

Lo veo poco probable, nuestros productores seguirán destilando, innovando y mostrando orgullosamente su origen; empresarios extranjeros seguirán viniendo a darle valor a nuestras materias primas; los premios y reconocimientos seguirán llegando desde afuera; nos toca a nosotros comenzar a apreciar lo nuestro.

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