Brandy, el reposo del Rey.

Nuestro invitado de hoy, según el imaginario colectivo, no podía faltar en mesas y salones donde siglos atrás departían encopetados miembros de la sociedad europea, muy probablemente como digestivo de un Canard á l´Orange (pato a la naranja) o como bebida social, mientras que a miles de kilómetros, tanto en distancia como en sofisticación, productores peruanos de nuestro pisco rey añejaban en barricas de madera parte de la producción de su destilado (de seguro la que no era lo suficientemente buena para tomarlo puro) convirtiéndolo así, con este solo hecho, a sabiendas o no, en lo que en otras partes del mundo se conocía ya como brandy (*) y lo consumían muy probablemente también como digestivo a un nada glamoroso pero no por eso menos exquisito picante de cuy.

Y es que el brandy es en copas palabras (la copa es parte de la experiencia, esta debe ser de tallo corto y base redonda para sostener su base en la palma de la mano y así aportar algo de calor a la bebida) un destilado de vino joven añejado en madera, en nuestro caso un pisco añejado en madera por lo que nada debe sorprendernos y mucho menos considerar que “ est une hérésie!” (¡ es una herejía!)  el decir que producimos brandy y del bueno desde mucho tiempo atrás.

En la actualidad los no pocos brandys que se producen en el país ostentarían las denominaciones oficiales:  V.S.O.P (Very Superior Old Pale) y la mayoría la denominación XO (Extra Old) con 4  y 6 años respectivamente de añejamiento como mínimo, este destilado se recomienda disfrutarlo puro, sin mezclas ni hielo y acompañado de un buen puro también peruano.

¿Nuestro pisco mejora en madera? pienso que no, ¿recomendaría probar el brandy? definitivamente sí.

(*) El Cognac y el Armagnac son brandys producidos en dichas regiones.

Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

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El origen.

Claro está que no se trata de un nuevo cóctel ni destilado, tal vez sí una reflexión a raíz del ya lejano caso del envío de frambuesas de origen chino a Chile para reetiquetarlas y exportarlas como “producto chileno” a Canadá …. para no confundirlos más, ¿qué pasaría si nuestros destilados fueran enviados al extranjero para que sean reetiquetados como propios y devueltos a nuestro país?, ¿cuál sería el objetivo de tamaño absurdo?, pues no el de hacer pasar un producto de mala calidad por uno superior como en el caso antes mencionado, sino el de aumentar así, con este solo hecho, las chances de aceptación del que en su origen fue producto peruano.

Se llegará a dar el caso que, dada la marcada preferencia local por lo importado, el soberbio ron que se produce en el norte de nuestro país, se exporte a algún país caribeño (mientras más exótico mejor) para que una etiqueta pegada al ritmo de un reggae o calipso nos traslade, una vez consumada la farsa, a un paisaje de playas, palmeras y diversión; o que nuestros productores locales de gin terminen por reetiquetar sus productos bajo un cielo tan gris como el limeño respetando eso sí, la tradición del “five o´clock tea”; o que nuestros productores de vodka envíen sus destilados a Europa del Este (siempre con pasaje de ida y vuelta) a un viaje más largo y frío aún, pagando caro así, la osadía de hacer vodka con papas nativas.

Lo veo poco probable, nuestros productores seguirán destilando, innovando y mostrando orgullosamente su origen; empresarios extranjeros seguirán viniendo a darle valor a nuestras materias primas; los premios y reconocimientos seguirán llegando desde afuera; nos toca a nosotros comenzar a apreciar lo nuestro.

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