El origen.

Claro está que no se trata de un nuevo cóctel ni destilado, tal vez sí una reflexión a raíz del ya lejano caso del envío de frambuesas de origen chino a Chile para reetiquetarlas y exportarlas como “producto chileno” a Canadá …. para no confundirlos más, ¿qué pasaría si nuestros destilados fueran enviados al extranjero para que sean reetiquetados como propios y devueltos a nuestro país?, ¿cuál sería el objetivo de tamaño absurdo?, pues no el de hacer pasar un producto de mala calidad por uno superior como en el caso antes mencionado, sino el de aumentar así, con este solo hecho, las chances de aceptación del que en su origen fue producto peruano.

Se llegará a dar el caso que, dada la marcada preferencia local por lo importado, el soberbio ron que se produce en el norte de nuestro país, se exporte a algún país caribeño (mientras más exótico mejor) para que una etiqueta pegada al ritmo de un reggae o calipso nos traslade, una vez consumada la farsa, a un paisaje de playas, palmeras y diversión; o que nuestros productores locales de gin terminen por reetiquetar sus productos bajo un cielo tan gris como el limeño respetando eso sí, la tradición del “five o´clock tea”; o que nuestros productores de vodka envíen sus destilados a Europa del Este (siempre con pasaje de ida y vuelta) a un viaje más largo y frío aún, pagando caro así, la osadía de hacer vodka con papas nativas.

Lo veo poco probable, nuestros productores seguirán destilando, innovando y mostrando orgullosamente su origen; empresarios extranjeros seguirán viniendo a darle valor a nuestras materias primas; los premios y reconocimientos seguirán llegando desde afuera; nos toca a nosotros comenzar a apreciar lo nuestro.

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